El persistente marco mental del liderazgo como carisma (una suma de atractivo, influencia y dotes de mando) debe dejar paso al paradigma del servicio, cuyos beneficios, que corroboran las investigaciones, son refrendados por el cambio generacional y los nuevos mercados.
En los últimos años, dos términos, “talento” y “liderazgo”, han anegado los foros empresariales y los debates en las propias empresas y en la sociedad en su conjunto. Sin embargo, esta coexistencia carece de sentido, porque solo uno de los dos conceptos tiene un fondo real y ha sido objeto de un estudio serio. Mientras que del “talento” no sabemos nada, del “liderazgo” sabemos bastante: tanto la psicología como la historia (por no hablar de la filosofía o la literatura) han sabido tratarlo con provecho.