Una encuesta reciente indica que menos de la mitad de directivos y directivas han recibido formación para serlo. Por lo tanto, llegan al puesto sin nada formalizado, pero con mucho aprendido.
Esto demuestra que hay unas variables implícitas para entrar en un puesto de dirección: experiencia y capacidades adquiridas en la gestión de proyectos y de equipos, y adaptación al entorno. Y esto a veces puede venir de ya en la adolescencia.
Es interesante como en algunas universidades españolas se ha activado el trabajo de incorporar en el currículum aptitudes fuera de las propias asignaturas. Es decir, que, si una persona ha sido durante el Grado la líder del equipo de remo, por ejemplo, que esto cuente como una capacidad para coordinar a personas, retos y estrategias. O si alguien ha estado con trabajos de voluntariado en su adolescencia, ello también indica experiencia en temas relacionados con una organización.
El entorno también marca la entrada a un nuevo puesto de dirección. Sobre todo, el entorno de mercado. Un trabajo vinculado a una oferta muy B2C, online y de volumen implica unas características en relación con otro vinculado a, por ejemplo, la consultoría estratégica. La adaptación al medio es distinta.
Y también el entorno del talento que se debe gestionar. Si uno está integrado al entorno de mercado será muy capaz de captar el talento necesario para los objetivos de la organización. Con este aspecto controlado, es más fácil diseminar una visión clara y convincente al equipo. Precisamente, esa visión, alineada con la estrategia empresarial, sabrá también coaligarse con el entorno de mercado real.
Otros aspectos por considerar como claves para iniciar un nuevo cargo directivo son la innovación, la transformación digital y la sostenibilidad. Es básico facilitar la implantación de una cultura de la innovación en la empresa. Se debe impulsar a los equipos a que piensen y repiensen constantemente sus proyectos y sus procesos. Todo el mercado tiene ahora multitud de ‘players’ que pueden imponerse en nuestro espacio de actuación. Saber mejorar constantemente en base a lo que pide el cliente es una necesidad.
En cuanto a la transformación digital, este tema debe estar ya por obligación en el libreto de cualquier responsable. Pensar en digital es un activo. Y lo es más si se tiene en cuenta el talento que sube, el cual está ya plenamente digitalizado,
Todo ello con un modelo sostenible. Esa sostenibilidad se entiende por activar elementos viables y factibles en el tiempo. Aquí entra la capacidad de gestionar óptimamente los recursos. Pero la sostenibilidad también aplica a una visión de apoyo a la protección del medio ambiente.
Una nueva dirección, pues, debe saber gestionar esos cambios y hacerlo de forma efectiva. Involucrar a los equipos será básico. Para ello, cabrá aprovechar los recursos existentes para proporcionarlos de forma que sean un apoyo y no un lastre. Y, siempre de forma constructiva, es importante también definir los límites necesarios para que el camino sea fluido.