Barcelona, 2030. La población envejece, la fuerza laboral se reduce y los robots prometidos no llegan. La automatización no ha avanzado tan rápido como algunas personas pensaron que lo haría. Los países no han invertido suficiente en ella y las capacidades de la inteligencia artificial (IA) no han sido tan avanzadas como para realizar tareas con empatía. Frente al escenario distópico de destrucción de empleo de la pasada década, hoy se vislumbra otro muy diferente: el de un mundo en el que no hay demasiados robots, sino demasiado pocos.
¿Suena creíble? Algo así relataba The Economist[1] en su especial “The World If” de 2019, un ejercicio de imaginación de futuros posibles más o menos inmediatos. En su ensayo, The Economist sostenía que nos preocupamos por algo equivocado o, cuanto menos, exageramos la capacidad de las máquinas para desplazar el trabajo humano. La evidencia de un inminente apocalipsis del empleo hoy es “notablemente deficiente”, dice el artículo, dado que “el empleo en el mundo rico alcanzó niveles récord en 2019, mientras que el crecimiento de la productividad en muchos países fue anémico”.