Priorizar la ética y la responsabilidad social en la gestión de una empresa, los equipos y los proveedores son la base del buenismo en los negocios. Aplicar esas prácticas, más allá del beneficio económico inmediato, mejoran la reputación y las relaciones con el ecosistema. Esa realidad implica también un equilibrio necesario con una gestión rentable.
Hay momentos en los que el buenismo sobresale. Actualmente existen factores que pueden determinarlo. El cambio climático, el reposicionamiento geopolítico mundial, o las crecientes desigualdades económicas suponen retos y algunas dudas en las organizaciones. Si a ello le añadimos el debate de la rehumanización del trabajo con la incorporación definitiva de la Inteligencia Artificial, esas dudas se multiplican.
Ante ello, ese concepto de buenismo sobresale. Ser ético y responsable en la estrategia empresarial y con los equipos refuerza la solidez de la cultura empresarial. Los valores compartidos y la transparencia interna y externa ayudan, en definitiva, a potenciar la capacidad de los equipos. Los resultados terminan en positivo a largo plazo para la empresa.
De todos modos, esta realidad debe combinarse con el realismo de las operaciones de la empresa. La competitividad y la rentabilidad de cualquier actuación debe tenerse en cuenta. Hay límites a considerar.
Toda acción enfocada en la gratitud hacia el otro debe ser genuina y creíble. Si se vislumbra que se hace como una simple campaña de imagen, se pueden socavar las relaciones. Al final, la organización saldrá perjudicada porque los objetivos pasarán a segundo término.
Esas acciones tampoco deben estar relacionadas con incentivos financieros. El “yo soy bueno contigo – tu mejoras tu predisposición gracias a ello – yo te recompenso” termina por ser una arma de doble filo. Al final, puede no quedar claro si la acción de buenismo y la reacción del otro son auténticas.
A su vez, la actitud buenista tiene que enfocarse con una visión de beneficio colectivo. En el momento en el que se hace partícipe a todo el colectivo de las capacidades éticas y de responsabilidad, todo el mundo dispone de herramientas para activar el valor a la empresa.
En todo ese proceso se consigue consolidar culturas en la propia organización que conducen hacia el éxito. Los equipos se integran. Los valores y los objetivos están alineados. El liderazgo camina hacia una comunicación transparente que involucra a todos los miembros de cada equipo y del colectivo.
Ante la incertidumbre, la empresa debe apostar por un buenismo efectivo que sea capaz de resolver los desafíos existentes y que facilite el impulso de los objetivos empresariales.