Actualmente es importante potenciar en una organización el fin de la excesiva rigidez en la gestión. Hay mucho acceso a talento, conocimiento y oportunidades externas. Ello puede facilitar mucho el desarrollo de estrategias y modelos ejecutivos flexibles y adaptables a la realidad del mercado.
La excesiva rigidez suele provenir de una jerarquía muy verticalizada. Al haber un control de mando muy centralizado, la validación de las mismas por diferentes niveles ralentiza la toma de decisiones. Tampoco se da opción a la participación en dichos procesos decisorios.
A partir de esa jerarquía, también los procesos ejecutivos se burocratizan en exceso. Esa burocratización ya es en sí misma una dificultad para adaptarse a los rápidos cambios de mercado.
Esa burocratización también facilita al estancamiento. La resistencia al cambio se acentúa y se instala en el alma de la empresa una cultura con poco enfoque a la innovación. Suele ser habitual en esos casos que los mismos procedimientos sean más fiables entre las personas de la empresa que objetivos que impliquen cambios en esos procedimientos.
La motivación, entonces, deja de ser un ‘driver’ en la propia empresa. Se suelen escuchar, entonces, frases como «no vale la pena que proponga ese cambio porque me lo pararán al saber que cabe hacer pequeños cambios en el proceso». Precisamente, esa falta de motivación llega a alimentar la sensación que la carrera profesional se basa más en la antigüedad en el cargo que en los propios méritos.
El peso de la organización es demasiado fuerte como para ayudar a que avance según lo que marca el entorno. El cambio hacia la empresa flexible es lo que debe facilitar esa integración a las tendencias del mercado.
De la jerarquía se debe pasar a una organización más horizontal. Este hecho hace muchos años que se comenta. Ahora es mucho más factible, porque las herramientas para trabajar por objetivos y sin presencialidad completa están mucho más implantadas.
Con esa mentalidad abierta es mucho más fácil adaptarse para ajustar la estrategia y el plan de ejecución en momentos puntuales. Es más, ese tipo de empresas suelen apostar mucho por actualizar la tecnología para optimizar procesos.
A su vez, facilitan el desarrollo de capacidades existentes y latentes. Sabe detectar aquellas personas que pueden aportar mucho y reubicarlas adecuadamente. También integran la diversidad y la inclusión entre sus políticas laborales.
Lo más interesante de todo lo indicado es, como decíamos al principio, que ese tipo de empresa flexible es aplicable también a las grandes organizaciones. Aquí el reto es elevado, porque supone un esfuerzo importante en relación a empresas más pequeñas o startups recientes. Pero es factible. Una gran empresa puede tener una organización ligera.