La escalabilidad es también algo dentro de una empresa. Hacer crecer un proyecto es un salto cualitativo que permite a una organización poder entrar en un espacio para impactar más con recursos gestionados de forma equilibrada y sostenible.
Este proceso necesita liderazgo, roles bien definidos y visión alineada con la ejecución. Las startups y empresas juegan aquí un papel complementario clave: las primeras aportan tecnología y metodología ágil; las segundas, capacidad de implementación y recursos. Si se sabe articular bien, esta relación puede catalizar procesos.
En todo proceso de escalabilidad, hay tres protagonistas esenciales: el líder, el equipo y los aliados externos. El líder es quien define la visión y mantiene la dirección estratégica; debe saber cuándo acelerar, cuándo ajustar y cómo gestionar los momentos críticos.
Por otro lado, el equipo es el motor de ejecución. Aquí es donde entran en juego las capacidades técnicas y la cultura de la propia organización. Sin un equipo alineado, la escalabilidad se convierte en nada. La clave está en dotar a los equipos de herramientas ágiles y de una mentalidad de mejora continua.
En este contexto, cabe entonces activar el liderazgo de la escalabilidad. Ello requiere una combinación de visión estratégica, ejecución ágil y un liderazgo adaptativo. Lo primero es definir con precisión qué significa escalar para el proyecto concreto: definir los ámbitos de escalabilidad –de mercado, de producción- objetivos y resultados.
En paralelo, es imprescindible identificar los cuellos de botella. La dirección debe gestionar la incertidumbre inherente a este proceso. Escalar implica asumir riesgos: nuevos mercados, nuevos clientes, nuevas alianzas.
Saber gestionar el cambio sin perder la confianza del equipo y los ‘partners’ es una capacidad importante. La comunicación debe ser transparente y alineada con la visión para que todos los niveles entiendan el cómo y el porqué de cada decisión.
Esos ‘partners’ son los aliados externos que pueden marcar la diferencia en el proceso de escalabilidad. Otras empresas, startups, socios tecnológicos o consultores son algunos de los candidatos. En este sentido, nos paramos con las startups.
Su colaboración aporta metodologías ágiles que, a menudo, las empresas no poseen debido a su estructura más jerárquica y a procesos más complejos. Esa rapidez permite experimentar sin miedo y pivotar cuando algo no funciona.
Cuando el liderazgo de la escalabilidad se lleva a cabo con éxito, los resultados van más allá del crecimiento económico. La organización gana en agilidad, capacidad de adaptación y sostenibilidad a largo plazo.
Se crean equipos más adaptables y se incorporan procesos más eficientes que permiten innovar de manera constante. Además, la escalabilidad bien liderada también refuerza la posición de la empresa en el mercado, la hace más atractiva para inversores y aliados, y fortalece la relación con los clientes al ofrecerles un valor incremental y sostenido.
La escalabilidad de un proyecto no es solo una cuestión de recursos, sino de mentalidad. Las corporaciones que entran en sus procesos el objetivo y la capacidad de escalar tienen un mejor posicionamiento de crecimiento. Siempre con la sostenibilidad y la sensatez necesaria para actuar en grande.