Después de los primeros meses de pandemia, con el confinamiento en pleno y las empresas ya activadas en los procesos virtuales de trabajo, la OCDE afirmaba que el teletrabajo mejora la productividad. Entonces, la presencialidad y la movilidad eran inexistentes. En estos momentos, con la luz que se vislumbra para volver a una situación pre-pandémica, se debe abordar la gestión para aprovechar las ventajas de la virtualidad, y la necesidad de la presencialidad.
La OCDE comentaba que se puede mejorar la productividad con el teletrabaio, junto con la mejora del bienestar de los trabajadores. Así, abogaba porque los gobiernos promuevan inversiones en la capacidad y gestión de las empresas y los trabajadores para el teletrabajo. Lo que se avistaba era que el trabajo virtual por obligación podía catalizar una mayor adopción de esas prácticas después de la pandemia. Eso es, de hecho, ante lo que nos encontramos ahora mismo.
En el mismo momento, aparecían ya guías, que están plenamente vigentes, para trabajar con esos equipos híbridos. En ellas se recomienda construir confianza mediante interacciones periódicas en linea, y también interacciones informales. También se habla de fomentar la apertura, centrarse en resultados a partir de marcar objetivos claros o, entre otros, establecer expectativas y mantener su desarrollo.
Ante toda esa realidad, se ha activado otro tema que indica el doble filo del teletrabajo: el exceso de conectividad. Todos hemos escuchado de alguien, o hemos vivido en propias carnes, la situación de: «He empezado a las 9 y hasta las 5 de la tarde he tenido reuniones una detrás de otra». En el momento en que ha empezado la presencialidad, también se escuchan situaciones de: «Tengo que desplazarme a una reunión, pero cuando la termino empiezo otra por la calle con el móvil porque es virtual».
Ese exceso de videoconferencias hasta puede, según algunos estudios, reducir la rentabilidad: coste por empleado al mes por tiempo perdido en reuniones innecesarias. La falta de contacto genera cierta necesidad de contactar, pero a veces se hace a cualquier precio.
Ante ese contexto, los mismos directivos creen que ahora es el momento de repotenciar la presencialidad. La base de esa afirmación es que los directivos van más allá del proceso de ejecución. Para activar sus departamentos, necesitan potenciar el networking y la interrelación física.
Es cierto que los procesos, de forma virtual, han seguido funcionando en muchos sectores, sobretodo en el ámbito de los servicios. Pero a ello se le debe añadir esa duda de la productividad que hemos citado.
Lo cierto es que, ahora, se ha comprobado que con una gestión equilibrada se puede combinar el trabajo virtual y el presencial. Que los empleados agradecen la opción de esa flexibilidad. Que los directivos necesitan también la presencialidad. El reto es consolidar un formato de trabajo que sea óptimo para todas las partes. La virtualidad está para quedarse.