La verdad siempre ha podido, también, estar fuera de las empresas. Antes, posiblemente 40 años atrás, la relación con los proveedores recurrentes generaba capacidades de co-creación y mejora conjunta de la oferta o de los procesos. Con el inicio de la digitalización, el crecimiento exponencial de soluciones disponibles ha ampliado el abanico de opciones para las empresas. Ya hay co-creaciones con otras empresas en formato de integración en el negocio. Cada vez más, la rapidez y la necesidad de cubrir demandas cambiantes obligan a buscar con más potencia la verdad fuera de la empresa.
El gran reto es construir un ecosistema global de soluciones. Este ecosistema implica saber en qué ámbitos necesitamos abordar capacidades, y en qué grado de proximidad debemos vincularnos con los que proporcionen las soluciones.
La primera parte aplica a toda la cadena de valor de la empresa. Es clave analizarla y saber dónde hay fallos para mejorar, y dónde se deben añadir elementos nuevos. De hecho, hablamos de procesos, oferta y relación con el cliente. Es evidente que antes de ello se debe haber definido la estrategia de la empresa. Si se mantiene la vigente, cabe tener en cuenta la alineación de lo que se decida con esa estrategia.
Sobre la segunda parte, el grado de proximidad, aquí entra en juego la disponibilidad de ambas partes de establecer una relación positiva en resultados. El elemento geográfico es poco relevante, excepto en casos muy claros de integración en la cadena de procesos que implica presencialidad. Hablamos de una proximidad de intereses y conceptos.
A partir de esos dos ejes, es el momento de construir ese ecosistema global de soluciones. Con startups o sin ellas. Este punto es importante tenerlo en cuenta. La aportación de soluciones tiene en las startups un grupo muy activo de generación de las mismas. Hay muchas, con mucha especialización, con mucha flexibilidad para adaptarse, y muy accesibles. Pero también hay centros tecnológicos con soluciones a ofrecer, y empresas que han dejado de ser emergentes y que ya se han posicionado.
Por lo tanto, hay un amplio surtido de opciones para alimentar el ecosistema global de soluciones. Y es accesible para todos los tamaños de las empresas. Es decir, no solamente lo es para las medianas y las grandes empresas.
Hay microempresas que disponen de un ecosistema global enormemente rico. El sector digital es donde ello es más posible, por la capacidad de interconexión e integración de las soluciones en remoto. Pero también ocurre en otros sectores como el manufacturero. Hay microempreas que diseñan ropa o accesorios y que las soluciones de ejecución las disponen lejos de su centro creativo.
La activación del ecosistema se debe hacer acompañado. Hay servicios de las propias administraciones que ayudan a ello. También hay empresas especializadas que los activan. En cualquier caso, el modelo más efectivo es el del ‘crowdsourcing’, el de colaboración masiva o de detección de recursos de forma masiva.
Ese ‘crowdsourcing’ puede ser quirúrgico o realmente masivo. En el primer caso, se debe acotar mucho la búsqueda para llegar a las dos o tres soluciones externas más factibles para cada parte del esquema de nuestro ecosistema. En el segundo, es un lanzamiento global de retos para encontrar todas las opciones posibles y juntarlas en un programa de construcción de soluciones para seleccionar a la mejor. Eso sí que es más factible en las corporaciones, porque el reclamo para que vengan las mejores es en la remuneración en forma de premio monetario y de integración en la propia empresa.
En cualquier caso, lo aquí descrito incide en que se ha instalado ya en el imaginario de las empresas las opciones de obtener mejoras fuera de las mismas. El siguiente paso será el que sea habitual co-crear empresas entre empresas de forma puntual para proyectos puntuales, o con más recorrido para el medio y el largo plazo.